
“(...) conocemos el valor de la revuelta pero también sus límites. Sabemos muy
bien que si estuviéramos en el poder resolveríamos un cierto número de
problemas, que otros continuarían y que se suscitarían algunos inéditos.
A nuestro modo, nos volvimos más libertarios y demócratas que nuestros
enemigos, todo esto sin dejar de ser conscientes en las paradojas y
contradicciones que ocultan las libertades y la democracia. ¿Sabemos
mejor que nadie el valor de la función crítica? Incluso hasta la
violenta y vulgar... Después de todo, nuestras ideas valen más que otras
y por eso peleamos por ellas, pero hoy tenemos frente a nosotros el
peor totalitarismo de la historia, el absolutismo de la Ley (que no
respeta a ninguno). Y pues: la urgencia está en la subversión, por todos
los medios, incluso los divertidos. El cambio de la normativa
subversiva se inició hace mucho tiempo (Degrelle fue un precursor, y
Céline en otro registro), y verdaderamente agarró en el circulo de
influencia militante en el curso de los años 70. (…) En el contexto
presente, nada es más subversivo que recordar la dimensión pasional y
animal de la naturaleza humana, y con más razón cuando se hace con buen
sentido del humor.”
Jack Marchal