jueves, 26 de agosto de 2010

Legio VI FERRATA



La Legio VI Ferrata (Sexta legión «acorazada») fue una legión romana, formada en el año 65 a. C., y que existió hasta, al menos, el año 215 d. C. Sirvió con Julio César en la Guerra de las Galias (58–51 a. C.), y en las diversas guerras civiles de la República Romana en los años antes y después del asesinato de César (49–30 a. C.). Enviada de guarnición a la provincia de Judea, permanece allí durante los dos siglos siguientes.

La legión era también conocida como Fidelis Constans, lo que significa "Leal e inquebrantable". No queda claro cuándo se le otorgó este título, pero varias fuentes indican que puede haber sido en el siglo I d. C. El símbolo de la Legio VI Ferrata era el toro. También llevaba la simbólica loba con Rómulo y Remo.

Bajo César

La VI, junto con las legiones VII, VIII y IX fueron todas fundadas por Pompeyo en Hispania en el año 65 a. C. Fueron enviadas a la Galia Cisalpina en el 58 a. C. por Julio César, donde estuvieron con él a lo largo de toda la Guerra de las Galias.

Más tarde entró en acción en la batalla de Farsalia en el año 48 a. C., Julio César llevó la VI a Alejandría para decidir la disputa en Egipto con Cleopatra. Alejandría fue sitiada, y la VI sufrió muchas bajas, perdiendo casi dos tercios de sus efectivos. César con el tiempo triunfó con refuerzos cuando llegó Mitrídates de Pérgamo.

César llevó su "veterana legión sexta" con él a Siria y Ponto.

"Cuando César alcanzó el Ponto reunió todas sus fuerzas juntas en un punto. Ellas eran modestas en número y experiencia de guerra, con la excepción de la veterana Legión VI, que había llevado consigo desde Alejandría; pero esta había pasado por tan duros trabajos y peligros y quedaron tan reducidos en tamaño, en parte por las dificultades de las marchas y los viajes, y en parte por la frecuencia de las campañas, que contenía menos de mil hombres..."

La legión sirvió en el Ponto bajo César en los años 48 y 47 a. C. Esto culminó en la batalla de Zela, donde la victoria fue ganada por la legión VI.

"El origen de nuestra victoria estuvo en la amarga e intensa batalla cuerpo a cuerpo unida en el ala derecha, donde la veterana sexta legión estaba estacionada".

"César quedó bastante encantado con tal victoria, aunque había triunfado en muchas batallas. Había traído una gran guerra a un sorprendente y rápido final... Ordenó a la sexta legión que regresara a Italia para recibir su recompensa y honores..."

Durante la guerra africana de César contra Escipión en el año 46 a. C., la legión VI desertó en masa de Escipión para reforzar a César y luchó bajo su mando.
Bajo Marco Antonio

La legión fue deshecha en el año 45 a. C. después de la batalla de Munda, estableciendo una colonia en Arelate (Arlés), pero fue vuelta a formar por Lépido el año siguiente (44 a. C.) y fue entregada a Marco Antonio al año siguiente. Después de la derrota de los generales republicanos Casio y Bruto en sucesivas batallas en Filipos en el año 42 a. C. y la posterior división del control entre Marco Antonio y el sobrino-nieto y heredero de César, Octaviano, se volvió a formar una colonia con veteranos retirados en Benevento en 41 a. C., y el resto de la Legio VI Ferrata fue destinada por Marco Antonio a Oriente de guarnición en Judea.


Dos legiones bajo Marco Antonio y Octaviano

Otra legión VI, la Legio VI Victrix, evidentemente intervino en Perusia en el año 41 a. C., que representa un problema debido a que la oficial Legio VI Ferrata estuvo en aquel momento con Marco Antonio en Oriente;


"Octaviano no dudó en duplicar los numerales legionarios que ya usaba Antonio. Este último tenía sirviendo con él la Legio V Alaudae, Legio VI Ferrata y la Legio X Equestris. Pronto encontramos al ejército de Octaviano presumiento de una Legio V (la posterior Macedonica), Legio VI (la posterior Victrix) y la Legio X (pronto sería la Fretensis). De estas, la Legio V y la Legio X, y con mayor incertidumbre la Legio VI, disfrutaron bajo el imperio de un emblema con el toro que normalmente indicaría una fundación por parte de César; pero las verdaderas legiones cesarianas con estos numerales (Alaudae, Ferrata y Equestris) estaban con Antonio."

Parecería, por lo tanto, que Octaviano había usado a los veteranos de la VI legión de César, esta vez de aquéllos que quedaron en Benevento, para formar el núcleo de su propia legión VI usada en Perusia.

Posteriormente, la Legio VI Ferrata luchó en la guerra de Antonio contra los partos en el año 36 a. C.

Durante la guerra entre Antonio y Octaviano, las legiones VI Ferrata y Victrix se encontraron en bandos opuestos en la batalla de Accio en el 31 a. C. La Legio VI Ferrata fue severamente dañada por las fuerzas de Octaviano. Después de la batalla, otra colonia de veteranos parece haberse creado en Bilis en Ilírico, probablemente junto con soldados de otras legiones, y el resto de la VI Ferrata fue trasladado a Siria/Judea donde iba a permanecer, mientras que la Legio VI Victrix fue enviada a Hispania.


En Judea

Desde el año 54 hasta el 68 d. C. la legión VI Ferrata sirvió con Gneo Domicio Corbulón en Artaxata y Tigranocerta contra los partos. En el 69 la legión VI regresó a Judea y luchó en la guerra judía. Conforme la guerra abanzaba, fue colocada bajo el mando de Muciano y luchó contra Vitelio. La legión fue en gran medida responsable de la victoria de Muciano sobre las fuerzas de Vitelio durante la breve guerra civil que siguió a la muerte de Nerón.

En el año 106 la legión puede localizarse en Bostra en Nabatea bajo Aulo Cornelio Palma Frontoniano. En el 138 la legión se hallaba en Palestina, pero fue brevemente destinada a África durante el reinado de Antonino Pío.[9] En 150 la legión estaba de nuevo en Judea, y la última referencia que se encuentra de la legión VI Ferrata la ubica aún allí en el año 215.


Legado

La larga estancia de esta legión en Palestina dejó un rastro duradero en la geografía del país y su cultura, mucho tiempo más después del fin de la propia legión y del Imperio romano en general, y hasta la actualidad. Estaba guardando el paso de Megido durante la rebelión de Bar Kojba, el lugar donde tenía su campamento siguió siendo conocido a lo largo de los siglos con el nombre de "Layún" (derivado de "Legión"). En la época otomana un jan erigido en ese lugar fue conocido como "Jan al-Layún", y un pueblo palestino de aquel nombre existió allí hasta la creación de Israel en la guerra de 1948, donde fue destruido y reemplazado con el Kibbutz Megido. Los anteriores habitantes del pueblo de Layún aún realizan una especie de peregrinación anual a sus ruinas y conservan el nombre para posteriores generaciones nacidas después de que el pueblo fuera destruido - aunque pocos recuerdan el origen romano del nombre.

Una canción popular rusa llamada "Águila de la sexta legión" está dedicada a la Legio VI.

¡SALVE LEGIO VI!

GRECIA HEROICA

Un Homenaje a esa Grecia heroica y sabia, cuna de la sabiduria y cultura occidental.

jueves, 19 de agosto de 2010

El progreso...



Les dejo dos textos de este autor español, un extracto de su manifiesto y una entrevista.
¡Espero se de su agrado, y cause mucha disidencia!

Manifiesto Contra el Progreso

Por Agustín López Tobajas

Decrecer significa lo inverso de crecer y no otra cosa: decrecer es tener cada vez menos, es sustituir el asfalto por tierra, es abolir la informática, acabar con la televisión, tener cada vez menos periódicos, dejar de fabricar la infinidad de cosas estúpidas que no se necesitan absolutamente para nada, consumir cada vez menos. En definitiva, tener menos para ser más.

Naturalmente, la realización de tal posibilidad a escala social sería un milagro sin parangón en la historia conocida de la humanidad. Ciertamente, el hombre actual, tan moderno, tan libre, tan progresista, tan dueño de sí, puede desintegrarse si le desconectan de la televisión, del automóvil, de la prensa diaria, del teléfono móvil y de internet.

Lo que conmúnmente se llama ‘realidad’ no es sino un colosal entramado de ficciones, mantenido en pie por la acción manipuladora de la publicidad y los medios de información, y alimentado por el ciudadano ‘medio’, entregado a la superstición de la noticia y el culto a la exterioridad. Somos sencillamente superfluos. Una sociedad que hace del aspecto físico, el dinero y el prestigio social, del deporte, la gastronomía y la moda sus divinidades domésticas, no supera los mínimos necesarios que confieren derecho a la existencia.

La actual unificación del mundo no permite siquiera contemplar el final de nuestra civilización como un trauma normal; en una sociedad globalizada, las catástrofes son inevitablemente globales. Con todo, si no hay lugar al optimismo, tampoco lo hay al pesimismo, pues la catástrofe, en definitiva, no es que Occidente se hunda, sino que subsista.
 Agustín López Tobajas.


López Tobajas: “La modernidad ha creado un enorme vacío en el interior de los hombres”



Agustín López Tobajas es un filósofo. Y seguramente el menos convencional de quienes en España escriben pensamiento. Su Manifiesto contra el progreso (Olañeta, 2005) es un libro que hay que leer. A raíz de aquel libro, la revista británica The Ecologist publicó una entrevista con López Tobajas que fue traducida al español para la web cabalgandoaltigre.wordpress.com. Su crítica del mundo moderno, arraigada en el pensamiento tradicional y, a la vez, fuertemente contemporánea, merece ser leída y suscitar reflexiones. Empezamos hoy a publicar para Elmanifiesto.com aquella entrevista a López Tobajas; un autor al que hay que redescubrir. Háganos caso: le interesará.


T.E.: Creo que, como muy bien dice, los mayores problemas que hoy asolan a nuestro planeta y a la Humanidad no son la energía nuclear, los alimentos transgénicos, la polución química o un sistema sanitario basado en el fraude de las empresas farmacéuticas, sino los paradigmas que nos han conducido hasta aquí. ¿Cuándo y cómo surge una sociedad que está arrastrando al planeta y a todos sus habitantes a la destrucción?


ALT: Es difícil responder a esa pregunta de forma muy concreta. Tal vez la historia de la humanidad sea la historia de una continuada decadencia desde sus orígenes hasta la actualidad. Ya sé que esta tesis será inaceptable o ridícula para muchos, pero nuestra visión de la historia puede estar llena de prejuicios, empezando por la generalizada idea de que el nivel de desarrollo tecnológico es una medida del nivel de inteligencia. Acaso sea más bien lo contrario. De cualquier modo, parece claro que el Renacimiento supuso una ruptura con lo que podríamos llamar el «mundo tradicional». El Renacimiento fue una época brillante en ciertos aspectos, pero su «humanismo» llevaba implícita una gran dosis de orgullo y arrogancia, un cierto titanismo que ha marcado decisivamente toda la historia posterior de Occidente. La Ilustración, afirmando los derechos absolutos de la razón, fue un peldaño más en la caída. Otro salto se produciría con la Revolución Industrial; ahí comienza el imperio de la máquina y se consuma un cambio radical en la forma de vida.

Es decir, limitándonos a los últimos siglos, más que un momento decisivo, habría —yo creo— un hundimiento progresivo con saltos más o menos significativos. Cabría preguntarse por qué la conciencia occidental decidió emprender ese camino frente al resto de civilizaciones y culturas, pero yo, por supuesto, no tengo respuesta para eso… No lo sé.

En todo caso, ni la modernidad es el Mal absoluto, ni las culturas premodernas son el Bien absoluto. Para mí la cuestión es que el progreso nos ha arrebatado un mundo que, con todas sus limitaciones, era cien veces preferible a éste con todos sus «avances». De hecho, aquel mundo permitía o hacía posible el acceso al sentido, a la plenitud espiritual, y el que ahora vivimos parece empeñado en impedirlo. Ésa es la diferencia.

T.E.: En el contexto de lo sanitario, como en tantos otros, parece que el desarrollo económico nos conduce a vivir cada día menos y peor. Se multiplican las pandemias, crece el número de pobres, las hambrunas azotan a los países pobres, la sequía amenaza a miles de millones de personas, somos más estériles, se disparan las tasas de enfermedades degenerativas y las enfermedades mentales devastan a la población. Todos estos problemas tienen un claro origen antropogénico. Usted señala que «hablando en términos generales, la riqueza no genera más que estupidez y perversión». ¿Y decadencia y enfermedad?


ALT: También, por supuesto. Pero yo no pretendo decir que sólo el ansia de riquezas tenga la culpa de todo; ésa sería una tesis propia de un marxismo moralizante. Quiero decir, más bien, que la obsesión por el desarrollo económico genera, junto con otras circunstancias, el olvido de lo esencial, y eso acarrea «perversión», pero no sólo en un sentido moral sino, más bien, metafísico; perversión como voluntad de quebrantamiento de las leyes que regulan la relación del ser humano con el cosmos y con el Espíritu. La «estupidez» a que me refiero en el Manifiesto es básicamente el olvido por parte del ser humano de lo esencial de sí mismo, de su origen y su destino. De esas actitudes mentales básicas nacen, en última instancia, todas las miserias que aquejan a los hombres.

De unos dogmas a otros

T.E.: Usted afirma que «la ciencia asume actualmente el papel que antaño desempeñó el aspecto exotérico de las religiones en el campo de las creencias». Es decir, que los dogmas de la Iglesia han sido sustituidos por dogmas tecnocientíficos. Y, al fin y al cabo, el pueblo sigue sumergido en el mundo de las supersticiones.


ALT: Sí, pero hay algo que cambia: al margen de las diferencias en el contenido entre unos dogmas y otros —asunto en absoluto desdeñable—, los dogmas de la Iglesia eran reconocidos como tales; nadie pretendía que fueran razonables o evidentes. Eso establecía una distancia entre el individuo y el dogma, distancia que garantizaba la libertad interior de cada cual para aceptarlo o no, al margen, claro está, de las posibles imposiciones autoritarias de la Iglesia en el marco social. En la modernidad, esa distancia ha desaparecido, los dogmas científicos se introducen en las conciencias como si de verdades demostradas y evidentes se tratase. Pensemos, por ejemplo, en el evolucionismo. Casi nadie sabe nada de las teorías evolucionistas, pero todo el mundo las acepta con una fe inquebrantable. Al margen de su verdad o falsedad, el evolucionismo es, por encima de todo, una creencia, un dogma del que se ignora su carácter de tal. Podríamos analizar otros muchos. «Científico» se ha convertido en sinónimo de «verdadero», cuando curiosamente las teorías científicas cambian cada dos por tres. La sociedad contemporánea se cree intelectualmente libre, pero en realidad está más imbuida de creencias y prejuicios que cualquier otra sociedad de tiempos pasados.

A la inversa, se consideran supersticiones conocimientos que hoy no son operativos, sin pensar que pudieron serlo en el pasado. Por ejemplo, la utilización de fuerzas sutiles o suprafísicas con fines curativos. Es muy probable que ciertas prácticas terapéuticas que hoy se ven como supersticiones funcionaran realmente en su momento, aunque, debido a eso que René Guénon llamó la «solidificación», es decir, la progresiva insensibilidad de la materia a las energías suprafísicas, puedan ahora no ser eficaces. Y, dicho sea de paso, habría que prevenir contra ciertos embaucadores que pretenden desenterrar prácticas curativas de tiempos pasados o incluso de culturas desaparecidas y se atribuyen poderes de los que carecen por completo. Naturalmente no estoy diciendo que todos los métodos de curación tradicional hayan perdido su antigua eficacia, ni mucho menos, pero no habría que ser tan crédulos como para ponerse en manos del primer «sanador alternativo» que se cruce en el camino.

T.E.: ¿Cómo el mundo puede vivir tan engañado? Los medios de información vomitan a cada instante cantos de sirena sobre los supuestos avances de la ciencia y la tecnología. Pero la epidemia de cáncer se dispara. Dos de cada tres estadounidenses padecerán cáncer a lo largo de su vida. Y esto es sólo un ejemplo. ¿Es el equivalente a las promesas del faraón de que se habla en el islam?

ALT: La capacidad de seducción de la técnica es muy fuerte. La modernidad, dando la espalda a la trascendencia, ha creado un gran vacío en el interior de los hombres, un hueco que sentimos la necesidad de llenar como sea y con lo que sea. La ciencia y la técnica ofrecen la ilusión de colmar ese vacío con algo tan inmediatamente constatable como el poder sobre la materia; al margen de sus consecuencias ulteriores, la ciencia y la técnica tienen una eficacia a nivel inmediato: aparentemente «funcionan»; de ahí su poder de convicción. Por ejemplo, es indiscutible que se inventan remedios para ciertas enfermedades; otra cosa es que el sistema que hace posible esos remedios genere continuamente males mucho mayores que los que consigue ir evitando. Pero la relación del sistema con los males que provoca no es nunca tan perceptible como la relación con los remedios que inventa. Los «efectos colaterales» se presentan siempre como anomalías evitables, cuando en realidad son parte ineludible del proceso de producción de los «remedios».

Ahora bien, no habría que deformar las cosas para ajustarlas más fácilmente a nuestro esquema; los métodos de la medicina oficial pueden ser brutales, pero no nos engañemos: a su manera funcionan y, en algunos casos, puede incluso ocurrir que sean los únicos que funcionan, pues el ser humano puede haberse «solidificado» hasta tal punto que sólo responda a estímulos particularmente violentos. Con esto no estoy defendiendo necesariamente la utilización de tales métodos. Por ejemplo, pueden no gustarnos los trasplantes de órganos; de hecho, yo creo que los trasplantes deberían hacer estremecerse a cualquier mente normal al mismo nivel que las prácticas de una tribu de antropófagos, pero, a nivel inmediato y al margen de sus repercusiones a nivel social (mercado de órganos, etc.), funcionan. La cuestión es que no todo lo que «funciona» es legítimo. Hay quienes se empeñan en que sólo los métodos alternativos son eficaces y que los oficiales son ineficaces. Me parece que ésa es una forma de seguir practicando el culto a la eficacia, que es uno de los pilares de la barbarie tecnológica. Hay que entender que hay cosas en la modernidad que son eficaces, pero no por ello son admisibles. La eficacia no puede ser nunca el criterio supremo, ni siquiera en medicina.

Volviendo a la seducción, hay otro hecho importante: la mayor parte de los seres humanos ven lo que la ciencia, la tecnología o el llamado progreso, en general, nos da, sea bueno o malo, pero no pueden ver lo que nos quita. Y no lo ven por la sencilla razón de que lo que se nos ha quitado ya no está ahí, y lo que no está ahí no puede verse; se podría, en todo caso, recordar (con una memoria más ontológica que psicológica), pero los mecanismos sociales, con su permanente tensión hacia el futuro, se ocupan de borrar todo recuerdo que supere el nivel del dato. El pasado está muerto, se nos repite hasta la saciedad, cuando, en realidad, todo lo que somos es pasado.

T.E.: Además, la absoluta medicalización de la enfermedad hace que se pierda, en cierto sentido, parte de su razón de ser. De igual manera, la muerte desaparece del mapa. Es como si no existiera. Es como si fuéramos a tener una vida eterna. Pero la enfermedad y la muerte también cumplen una función, al menos desde el punto de vista de la Tradición.


ALT: Naturalmente. Hay enfermedades que podríamos llamar «artificiales», es decir, que están generadas por las transgresiones del orden cósmico, pero hay otras «naturales», provocadas por el desgaste natural de los organismos o, sencillamente, por el destino de cada ser vivo. Por supuesto, es lógico y natural que si uno está enfermo trate de curarse y de evitar la enfermedad mediante unos métodos proporcionados a nuestra naturaleza; pero tratar de esquivar la enfermedad y la muerte a toda costa, a cualquier precio y por cualquier método, se ha convertido en una obsesión tan delirante como inútil. Nos guste o no, ser hombre implica de forma necesaria la enfermedad y la muerte. Esto es una obviedad, pero a veces parece que se olvida. En consecuencia, tendríamos que aprender a aceptarlas. Hay limitaciones que no podemos superar; se trataría entonces de orientarlas en la dirección adecuada. Hay que recuperar para la enfermedad y la muerte el sentido que la modernidad les ha expropiado.

¡Rebelion contra el Progreso!

jueves, 12 de agosto de 2010

¡Antipodismo por Bandera!


¡Volveran Banderas Victoriosas!

¡Al paso soberbio de las Mascaras de Gas!

miércoles, 4 de agosto de 2010

¡Mejor un chori!



Un grupo de Antipodistas Argentinos decidimos en un super congreso de Disidencia Disidente que hicimos implícitamente. Que si vamos a comer mierda, comeremos mierda Argentina. Así que no vamos a ir mas a Mac Donald ni a Burger King a menos que tengamos buenos descuentos, o a ocupar lugar sin pagar nada porque no tenemos plata.

Un buen Chori Argento, Gaucho y Metalero. Suicidate Ronald.

Este es el Capitalismo Feroz, es como el Hambre Feroz.