“¡Vosotros financiáis esto!”, grita el capitán Nascimento a un grupo de estudiantes de clase media-alta, con sus camisetas ‘fashion’, sus discusiones pseudopolíticas, sus ONG y sus porritos y rayitas de coca. Ésos que contemporizan con los traficantes y no se les cae de la boca el concepto de “conciencia social”.
El bueno del capitán Nascimento se puede equivocar en muchas cosas, pero no en esta apreciación:
esa ‘chinita’ de costo, esa rayita o pastillita que cae en fiestas de
modernitos que van de izquierdistas financia el sufrimiento de miles
personas. Ese dinero engrasa la inmensa máquina de tráfico de mujeres, armas, niños… y no sólo en las favelas de Río.
“¿Cuanto críos tendremos que perder por el negocio de la droga sólo para que unos niñatos ricos puedan fumarse un porro?
“Ninguna ONG entra en la favela sin la
autorización del señor de la droga. Y todo este rollo de conciencia
social es una puta hipocresía.”
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